Llegué si avisar, toque la puerta de tu departamento, abriste y me miraste sorprendido, después de tantos meses de no vernos te veías distinto, pero me seguías gustando, esa barba desgarbada te hacía ver interesante. Vestías un cómodo pantaloncillo corto, una camiseta tipo rockera y andabas descalzo.
Me saludaste con un beso en la mejilla y preguntaste
- ¿cómo estas?
Te respondí con un poco de ironía
-Lo que se ve no se pregunta, pero estoy bien
Me invitaste a pasar, me diste un abrazo con tanto gusto, que quedamos así sin decir media palabra un buen rato, sentí la tranquilidad que siempre me hacías tener, cerré los ojos para que ese momento no terminará o simplemente dejarlo guardado en mis recuerdos. Después me dijiste estabas ocupado viendo algunos proyectos y tenías que hacer algunas llamadas telefónicas. Te acompañe a tu estudio, ahi hiciste una llamada, le dijiste a un amigo tuyo que estarías con él en media hora más, aprovechaste para responder algunos correos, pero a la vez seguíamos conversando de nuestros proyectos, de la vida, de todo un poco y de nada en sí.
Vi el cansancio reflejado en tu rostro, tantos días de insomnio, tanto trabajo, tantas presiones, así que en lo que respondiste el último correo, me senté frente a tí, tome uno de tus pies, los puse en mis piernas y empecé a darte un pequeño pero riquisimo masaje, la sensación de volverte a tocar aunque fuera de esta forma hizo que me vinieran los recuerdos de antaño, pero me decía a mi misma que no podía ser, que las "normas" y las "reglas sociales" lo impedían porque tu y yo eramos "solo amigos", así que seguí con el masaje en tus muslos, tus rodillas, tus pantorrilas, me fui a cada uno de tus dedos, a la planta de los pies, los talones y el empeine.
Sentí como poco a poco te fuiste relajando, te recargaste con un gusto en tu sillón, cerraste los ojos, me dijiste que era justo lo que necesitabas, de nuevo, al verte indefenso frente a mi, volvieron los malos pensamientos, así que seguí con tu masaje para ahuyentarlos de mi mente y de mi cuerpo.
Cuando menos pensamos ya había pasado la media hora que le habías dicho a tu amigo, te dije me tenía que ir, ya que también en mi caso tenía compromiso, me acompañaste a la puerta de tu depa, me diste las gracias por el mini masaje de piernas y pies, me abrazaste, me diste un beso en la mejilla derecha, pero al sentirte tan cerca de mí, no pude contenerme y te besé en la boca.
Tanto tu como yo estuvimos contenidos todo el tiempo que estuvimos hablando, ese beso no pudo hacer que nos separaramos, mi cuerpo te pedía a gritos me tomarás, tu cuerpo me pedía a gritos te sintiera.
Esos besos eran el deseo mismo, tu lengua jugando con la mía, mordidas en los labios, en la lengua, en la barbilla, así sin más, me baje directo a tu miembro, tu pene estaba riquisimo, erecto, con un poco de semen asomándose con timidez. Tomé tu pene con mis manos, pensé en saborearlo con mi lengua, pero a último momento me lo quise comer por completo, me tomaste del cabello, sentí como me jalabas hacia ti, era riquisimo tenerte dentro de mí, topando en mi garganta, dejarme sin aliento, quería más de ti... mucho más... quería comerte por todo el tiempo que no te había tenido. Te pregunte si te gustaba, me respondiste con voz entrecortada ¡Claro que me gusta! y seguí... seguí bebiéndome tu miel, seguí saboreandote a fondo, seguí hasta el cansancio.
Un poco antes de terminar jalaste una silla, te sentaste en ella, me puse de rodillas y segui
haciendote sexo oral, tu sabes que me encantas, tu sabes que me vuelves loca, tu forma, tu tamaño, tu grosor, tu olor, todo tú. Me jalaste hacia ti, ahora fuiste tú quien me quito la blusa de un tirón, mordiste mis pezones, esos pezones duros, exitados, me dijiste que me habías extrañado. Al estar comiendo mis pechos, avente mis zapatillas a un lado, me quite el pantalón, me baje la tanga, me puse de espalda a ti y me sente sobre ti, te cabalgue con ansias, con nostalgia, te cabalgue con deseo, pero no podía gritar de placer porque estabamos casi junto a la puerta de entrada, así que me mordía los labios y sólo gemía, gemía con cada entrada de tu pene dentro de mí, gemía por cada sensación, por cada latido acelerado de mi corazón. Me exitaba cada que pasabas tus manos sobre mi espalda, cada que la recorrías con la punta de tus dedos, cada que tu lengua rozaba mis hombros.
Me puse de frente a ti y seguí cabalgandote, seguí con fuerza, sentía que no podía más, que iba a mojarte por completo, que mis líquidos fluirían sin poder parar, nos volvimos a besar, me dijiste que ya no aguantabas más y te veniste dentro de mí, al sentir tu fuerza mis líquidos no se detuvieron, así sin más quedamos exhaustos los dos, abrazados, con ganas de no separarnos... Sentados sobre esa silla volvimos a besarnos, pero ahora con ternura.
Sonó tu teléfono, me levante para darme un ducha rápida, cuando baje seguías al teléfono, le estabas diciendo a tu amigo que ibas terminando un trabajo pendiente y así, sin darte oportunidad de nada más, te hice una seña de que me iba, te mande un beso, abrí la puerta y salí de tu departamento con una gran sonrisa por haber cumplido una idea loca pero a la vez que quería hacer desde el primer día que te deje de ver.