martes, 30 de marzo de 2010

Chocolate

Que antojo tengo de probar tu miembro erecto, de untar sobre tu cuerpo ese delicioso y delirante chocolate que tanto me gusta y quitartelo lentamente con la punta de mi lengua.

Imagina que riquisimo sentirás al desplazar mi lengua caliente, despacito, sin prisa, por todo tu pene.

Imagino la delicia de sabor que beberé al descargar tu rica esencia combinada con el chocolate en mi boca...

Ay amor, ya quiero probarte, me urge probarte y sentir como viertes tu deseo en mí y más con mi sabor preferido, el del chocolate.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Desnudez

¿Qué hacer ante tu desnudez?

Desde un principio me dejaste verte desnudo, tanto tu alma como tu cuerpo, no niego que me perturbaba el mirarte sin pudor ante mí, pero a la vez me maravillaba la seguridad de tu caminar, el que jugarás con tu silueta y te valiera madres el hacerme reír con tus caras y gestos.

Me dices que te gusta mi cuerpo, que te gustan mis formas, mi piel morena. Me dices que lo que más te gusta de mi son mis nalgas y el piernon loco que me cargo. Cuando te digo que no te creo, me tomas de la cintura, me besas, bajas suavemente tus manos, rozando las yemas de tus dedos en mi piel, erizándome, tocas mi cadera, me volteas, te detienes en mis nalgas, me las aprietas y me dices, Créeme, me encantas toda tu.

Me fascina verte desnudo, el contemplar tu sombra bajo la luz de la luna llena, sabes que soy visual y aprovechas mi debilidad, merodeas a mi lado, jugueteas conmigo, haces que te toque de pies a cabeza, te sabes en tus dominios.

Y yo... yo me dejo llevar por esa silueta que me hace ver estrellas cuando tu desnudez se mezcla con la mía

domingo, 7 de marzo de 2010

De los Mejores

Llegaste a la hora acordada, abrí la puerta del departamento y antes de decir un "hola", cubriste mis labios con tus besos. Cerraste la puerta en un sólo movimiento, me pusiste de espaldas a ella y seguiste besándome con la desesperación de alguien que no ha visto a su amada por días enteros.

Ahí mismo, te desabroche la camisa, al tiempo que acariciabas mis piernas que ya estaban rodeando tu cadera, me subiste la falda. Sentí como mi humedad mojaba mi tanga. Metiste una de tus  manos en mi vagina, me estremecí de placer, tanto que quería morder tus labios, ya que no dejabas de besarme con pasión.

Desabrochaste mi blusa. Me empezaste a recorrer con tu lengua, por mi cuello, mis orejas, tus labios me chupaban con fuerza, me apretabas los pezones con tus dedos, hasta que llegaste a ellos con tu boca, me mordías y lamías, mientras yo intentaba masturbarte con una mano, mas detuviste mis manos y me las pusiste detrás de mi nuca, me mirabas y me decías con tus ojos que no me moviera, que sólo esperara, que era tu presa.

Bajaste por mi vientre, y sentía tu boca y tu lengua paseando por mi ombligo, luego llegaste a mi bajo vientre, me mirabas y eso más me calentaba, intuía a donde irías, tus manos casi no intervinieron, sentí como tu lengua empezaba a separar mis labios mayores, como llegabas con la punta a mi clítoris, hacías movimientos circulares al principio, que empezaron a enloquecerme, me mirabas como iba cambiando mi cara con lo que hacías, sé que te encanta hacerme gadear de placer.

Luego tu lengua subía y bajaba, yo sentía el vaivén de la marea en un barco, me entregaba a ello, por que ya no podía si no esperar a que llegara el orgasmo, sentía que venía, y tu también lo sentías, me empezabas a apretar las piernas con tus brazos, para impedir que me escapara cuando llegara el impacto del clímax. Sentí que ya era, que venía, que me iba y tomaste mi clítoris entre tus labios y lo chupaste de la misma manera como yo te chupo cuando tengo tu rico pene en mi boca, sentía que iba a explotar y llegó, llegó el placer sin comparación de un grandioso orgasmo, me apretabas y se prolongaba eterno, me estremecía de desesperación y placer, me mirabas extasiado y me sujetabas con fuerza, para lograr desesperarme más aún; tu pene estaba en su máximo, y así todavía mojada, me penetraste con fuerza como a ti te gusta, yo gritando de placer, estremeciéndome nuevamente en cada estocada, sintiendo como palpitaba dentro de mí tu miembro, como al sentir rasguñar tu espalda por tanto placer, llegaba la hora de otro orgasmo, gemir, llorar de placer y sentir como en una deliciosa explosión tuya me inundaste de tu ardiente y riquisima leche caliente, para terminar sintiendo que esta ocasión, así, recardada en la pared,  fue una de las mejores cogidas que he tenido en mi vida.