Este día llegaste sin avisar, estaba trabajando sola en mi oficina -cosa extraña-, regularmente hay 2 o 3 personas conmigo. Me saludaste con un beso en la mejilla, cerca de mis labios y sin decirme nada me sentaste, te fuiste debajo de mi escritorio, me subiste la falda, hiciste a un lado mi tanga y empezaste a acariciar mi vagina y mi clítoris, con tu otra mano desabrochaste mi blusa, comenzaste a acariciar mi busto y a besarlos, a morder con suavidad mis pezones.
Te fuiste a mi cuello, lo besaste, me acariciabas con tanta ternura y a la vez con una desesperación total, mordiste mi cuello, mordiste mi barbilla, mordiste mis labios, fuiste subiendo hasta quedar de pie frente a mí, me quitaste por completo la ropa, me volteaste de espalda, me la acariciaste, me la mojaste con la punta de tu lengua. Me sentí desfallecer, encontraste mi punto débil. Bajaste de nuevo, abriste mis piernas, mis glúteos y de nuevo empezaste a chupar mi vagina. Aquí no aguante más y te moje, me vino un temblor riquísimo, me deje llevar por ti y por tus caricias.
Me volteaste de frente a ti, te tenía todo para mí, majestuoso, firme, duro. Te quite la camisa, el pantalón, tu boxer. Empecé a besarte tu cuello, tu pecho, tu rico abdomen, hasta llegar a tu pené, en el grado de excitación que me encontraba, tome tu pene con ambas manos y empecé a comerlo, me lo metí por completo a la boca, empecé con el vaivén que sé te vuelve loco, tu gemías de placer, querías penetrarme, pero yo te lo impedía, quería te desesperarás así como me desesperaste tu unos momentos atrás. Te estuve saboreando, rico, suave, fuerte, rápido, lento, más fuerte y no dejé de mirarte a los ojos, me encanta ver tu mirada a la hora que te hago sexo oral.
Cuando menos te lo esperaste me puse de espaldas a ti para que me la metieras toda, completa,
dura, fuerte a tu ritmo. Abriste mis glúteos, me la metiste toda, no pude evitar gemir y gritar de placer, disfrutabas el ver entrar y salir tu pene de mi vagina, movías mi lindo trasero con tus manos, me nalgueaste un par de veces, pero dulcemente, rico, nuestros gemidos se hicieron uno solo.
Sentí como se ponía más dura con cada movimiento, te apreté con fuerza, quería sentirte más, más rico, más profundo cuando volví a sentir que tendría otro orgasmo, me dijiste -vente mami- aquí te espero y volví a mojarte, al mismo tiempo sentí que tu tendrías tu orgasmo, me tomaste de las caderas y te dejaste llevar… mis líquidos se mezclaron con los tuyos, nuestro sudor y nuestro olor se volvió uno solo.
Nos besamos como esa primera vez, te quedaste abrazado a mi, acariciando mis pechos y mi cintura y dijiste:
-Como me gusta trabajar aquí contigo-.